Los que llevamos más o menos tiempo viviendo en Valdemorillo nos habremos cruzado en más de una ocasión con algún zorro en la carretera, desafortunadamente en algunas ocasiones muerto en el arcén. El residir en un entorno rico en naturaleza conlleva el “convivir” con otras especies cuyo hogar son esos bosques o dehesas que nos rodean. Para algunos amantes de la naturaleza el observar a nuestros vecinos campestres, y disfrutar meramente con su presencia supone un placer diario. Pero también existen otros amantes de la naturaleza con un enfoque distinto, cuyo disfrute lo obtienen del reto con ella, de su satisfacción por controlarla juzgando lo que es valioso de ella, y lo que no. Esta última visión es por desgracia mayoritaria, sobre todo en entornos rurales donde históricamente se han utilizado los recursos naturales como forma de subsistencia, pero el mundo ha ido cambiando, la sociedad también y para que nuestros hijos puedan comer ya no es necesario ir al bosque a cazar algo. Para ese sector de la sociedad su propia identidad se fundamenta en seguir controlando las especies del entorno, el placer reside en el reto de autoafirmarse en la supremacía sobre el medio demostrando ser “la especie superior”, según nos han trasmitido generación tras generación. Para algunas de esas personas el zorro es una especie no valiosa; el guiso de zorro nunca tuvo mucho éxito y los chales de piel de zorro desde hace tiempo ya no son “fashion”, además come conejos o tórtolas, que esos guisados sí que están buenos.

En realidad, el zorro, aunque incluido dentro de las especies carnívoras es un animal omnívoro oportunista, su dieta se basa en cualquier cosa que esté a su alcance, en gran medida frutos y bayas, prestando con ello un gran servicio a la reforestación. Un estudio de la universidad de Santiago de Compostela ha constatado que el zorro puede recorrer 7 km al día, dispersando semillas de hasta 40 especies arbóreas, de este modo a través de sus heces ayuda a la repoblación en matorrales y terrenos baldíos. Hay quien sostiene que existe una sobrepoblación basándose en que en algunas comunidades autónomas las poblaciones de conejos y perdices se están reduciendo, pero realmente no existen datos científicos que demuestre esa pretendida sobreabundancia ni que la reducción de presas de caza sea debida a los zorros .

El zorro es un animal paradójico, siendo solitario hace “vida familiar”, generalmente es monógamo y después del parto el padre se involucra muy directamente en el cuidado de la madre y de las crías, siendo él quien los alimenta durante las primeras semanas mientras la madre amamanta.

Pero vayamos a la historia de nuestra protagonista. Un socio de este grupo notó la presencia de un zorro con tres patas en las inmediaciones de la urbanización donde reside, otros vecinos también le habían visto; su pata delantera izquierda estaba amputada a la altura del hombro y el animal parecía débil y la que debía ser su espesa cola estaba totalmente pelada. Había sido un invierno duro, Filomena y las heladas posteriores hacia poco que habían terminado y seguramente era el hambre lo que le obligaba a aventurarse en plena luz del día en busca de alimento. Probablemente su necesidad llegó a ser tal que no le importaba la presencia humana con tal de poder conseguir comida, hasta el punto de dejarse fotografiar a cambio de poder obtener algún bocado. Las fotografías obtenidas se enviaron a un veterinario voluntario de Grefa y a la Asociación Free Fox, nos dijeron que podría tratarse de una hembra, que su pata habría sido amputada probablemente por un lazo o un cepo, y debía ser un animal muy fuerte para haber sobrevivido a la hemorragia y a la infección, y que su cola pelada era consecuencia de la sarna, afección producida por parásitos que infectan sobre todo a animales con defensas debilitadas, ocasionando enormes picores, produciendo al rascarse graves heridas, un sufrimiento que finalmente lleva a no alimentarse y dejarse morir. Se consideró la posibilidad de que Grefa lo admitiera, pero al estar enferma y amputada no quedaba garantizada su supervivencia al ser reintroducida en la naturaleza, por pertenecer a una especie no protegida su destino sería ser sacrificada. Esta opción se descartó. Si la zorra era una luchadora, una superviviente, si el lazo y quien lo puso no habían conseguido acabar con su vida, con qué derecho lo íbamos a hacer nosotros. Reubicarla en un santuario animal, era complicado, los pocos que existen se encuentran en Cataluña y Pirineos, habría que capturarla y trasladarla, con el estrés que eso supondría para el animal. Al final la solución vino de Free Fox, nos dijeron que en UK muchos zorros se han adaptado a las zonas peri-urbanas (aunque habría que considerar si no somos nosotros que asentándonos en zonas boscosas alejadas de las urbes estamos entrando en su territorio, obligándoles a aceptarnos en los que han sido siempre sus parajes). Nos sugirieron ayudar a que la zorra se recuperara, con un tratamiento para la sarna y apoyo alimenticio durante una temporada. Lo más importante era que al proporciónale cuidados, el animal no se familiarizara y confiara en las personas, no debía saber que detrás de esos alimentos había un humano (aunque con su astucia seguro que se lo imaginó).

En una zona vallada por donde se le había visto deambular, propiedad de un socio de Verdemorillo, se comenzó a dejar todas las noches un puñado de pienso, un huevo, y la medicación para la sarna. Se tomaron todas las precauciones posibles para que otros animales no pudieran acceder.

La comida desaparecía cada noche, pero no sabíamos lo que ocurría en la oscuridad. ¿Era la zorra de tres patas la que comía?, ¿Era algún otro animal? ¿Habría funcionado el tratamiento? Para salir de dudas decimos instalar una cámara de trampeo, al tratarse de un terreno propiedad de un socio no fue necesario pedir autorización. Las grabaciones resultaron un éxito, pudimos comprobar que la zorra de tres patas podría no ser una hembra sino un macho, venía varias veces durante la noche a recoger su complemento alimenticio, y que ya tenía una densa cola, lo que indicaba que no tenía sarna.

Con sorpresa descubrimos que un erizo rechoncho también se acercaba a alimentarse.

En los primeros meses el alimento era consumido totalmente, pero con el paso del tiempo empezamos a encontrar el apoyo alimenticio intacto, lo que interpretamos como que el zorro habría recuperado sus fuerzas, empezaba a ser autosuficiente y encontraba alimentos más apetitosos.

Somos amantes respetuosos con la naturaleza, aunque en esta ocasión hemos roto nuestro compromiso de ser meros observadores de su belleza. Creemos que los ecosistemas sin intervención humana se autorregulan, pero en este caso se hacía obligado intervenir, los humanos se lo debíamos a la zorra, había que intentar ayudarle en su lucha por sobrevivir y compensar el daño que otro tipo de “amantes de la naturaleza” le habían ocasionado.

Nos llena el corazón saber que que Félix o Felicia (nombre que le/la hemos dado) convive con nosotros y otros animales en este rico entorno natural. El interés por mantenerlo hace que este portal tenga cada vez más seguidores, y no solo locales, implicándose y colaborando en proteger y en dar a conocer la diversidad de ecosistemas en los que se encuentra el municipio de Valdemorillo.